La colección
Era una noche cálida, por lo cual no le molestaba volver caminando a casa después de que sus amigos le hubieran quitado las llaves de su auto debido a que estaba completamente borracho. Tal era su intoxicación que cuando vio a una colegiala caminando frente a él creyó que era una alucinación. Se trataba de una rubiecita con un uniforme de escuela católica que incluía una falda tan corta que apenas se le podía dar ese nombre.
Se preguntó qué carajo hacía una chica con ese vestuario en una calle mugrienta y solitaria. Pero más que nada pensaba en qué clase de ropa interior llevaría debajo y en lo fácil que resultaría averiguarlo pues si seguía caminando en aquella dirección pasaría por un callejón desolado al que podría introducirla sin dificultad.
Apresuró el paso disminuyendo la distancia entre los dos, ella no pareció advertir su presencia, logró percibir una dulce esencia de frutos y rosas en ella que lo incitó a continuar con su plan, cuando llegaron frente al callejón la tomó de la cintura y la hizo entrar en él. La joven no pronunció palabra alguna ni pareció poner resistencia, era una provocadora y sabía que se lo había ganado por andar vestida de aquella forma, fue lo que él pensó.
Hizo que la chica recargara sus manos en la pared mientras tocaba sus incipientes pechos, levantó su falda descubriendo que portaba pantaletas blancas y que tenía un culo exquisito, no pudo evitar masajearlo y pellizcarlo.
Extrajo su pene que ardía de excitación y lo introdujo en ella, sintió un extraño frío en sus genitales al que no le dio importancia hasta que escuchó un chasquido y sintió un agonizante dolor que lo hizo aullar. Se separó de la rubia, miró hacia la parte inferior de su cuerpo viendo que su falo había sido cortado de tajo y en su lugar apenas quedaba un pulpejo rojizo que no paraba de sangrar, tras esa visión se desmayó.
Camila hizo presión nuevamente en la trampa que se había colocado en la vagina liberando el miembro cercenado, lo miró despectivamente, era apenas mayor que un pulgar, pero serviría para ampliar su colección.
A coleção
Era uma noite quente, por isso não se importava de ir a pé para casa depois dos amigos lhe terem tirado as chaves do carro porque estava completamente bêbado. Tal era sua intoxicação que quando viu uma colegial a andar à sua frente julgou que era uma alucinação. Tratava-se de uma loirinha com um uniforme de escola católica que incluía uma saia tão curta que mal se podia dar-lhe esse nome.
Perguntou-se que raio fazia uma rapariga com aquela indumentária numa rua imunda e solitária. Mas, acima de tudo, pensava em que tipo de lingerie usaria por baixo, e como seria fácil descobrir, pois se continuasse a andar naquela direção, passaria por um beco sem ninguém, onde a poderia introduzir sem dificuldade.
Estugou as pernas diminuindo a distância entre os dois, ela não pareceu dar conta da sua presença, conseguiu perceber uma doce essência de frutos e rosas nela que o incitou a continuar com seu plano, quando chegaram frente ao beco tomou-a pela cintura e fê-la entrar nele. A jovem não pronunciou palavra alguma nem pareceu opor resistência, era uma provocadora e sabia que o tinha ganho por andar vestida dessa forma, foi o que ele pensou.
Fez com que a moça espalmasse as mãos na parede enquanto lhe tocava os seios novos, levantou a saia, descobrindo que ela usava cuecas brancas e que tinha um cu gostoso, não conseguiu evitar massajá-lo e beliscá-lo.
Extraiu o seu pénis que ardia de excitação e introduziu-o nela, sentiu um estranho frio nos genitais a que não deu importância até ouvir um estalar e sentir uma agonizante dor que o fez uivar. Separou-se da loira, olhou para a parte inferior do seu corpo vendo que o seu falo tinha sido cortado pela raiz e no seu lugar apenas restava uma polpa avermelhada que não parava de sangrar, depois dessa visão desmaiou.
Camila pressionou novamente a armadilha que tinha colocado na vagina, libertando o membro cortado, olhou-o com desprezo, era pouco maior que um polegar, mas serviria para ampliar sua coleção.
